viernes, 19 de diciembre de 2014

Después de unos días desconectado, esta semana me he encontrado con este par de noticias que me han hecho reflexionar un poco sobre el tema. Vamos a ir una por una.



La primera de ellas hace referencia a la nadadora Mireia Belmonte. Un año espectacular el suyo donde ha mostrado su superioridad en todos los pabellones por los que ha pasado. Oros, campeonatos de europa, récords mundiales, pruebas de 800, de 1500, de 200…. Nada se le resiste a la nadadora española este año que ha logrado su consagración.
Este pasado fin de semana la española disputaba la última prueba del Nacional del Can Llong, el 800 libre, y cuando su superioridad era manifiesta, de repente notó como se quedaba sin aire. Comenzó a bajar su ritmo hasta llegar a detenerse incluso mientras sus rivales se acercaban. Afortunadamente para ella solo fue un susto y comenzó a nadar de nuevo hacia un nuevo oro dejando a sus rivales a más de 7 segundos. Pero su cara y sus gestos al acabar dejaban entrever que algo no había ido bien.

Esto muy probablemente sea debido a su calendario, plagado de pruebas e incluso algunas de ellas muy continuadas (recordemos que disputó el 800 tan sólo 45 minutos después de ganar en los 200 estilos).

¿Qué tiene que hacer ahora? Pues no pensar en que le va a suceder lo mismo la próxima vez que salga a competir en una piscina, o más concretamente no pensar en ello cuando salga otra vez a nadar en los 800 libres. La mente humana tiene una gran capacidad para recordar los hechos negativos y para extraer conclusiones categóricas de un hecho aislado debido al cansancio. Si, todos sabemos que por haber tenido una lesión en una zona, nada quiere decir que la próxima vez que compitamos vayamos a tenerla otra vez. ¿Es lo lógico no? ¿Cuántas veces has competido y cuantas veces te has lesionado?

¿Parece lógico no? Bien, pero al final no actuamos así. Al volver de una lesión, o en este caso de un pequeño bajón o desfallecimiento, la actitud normal del deportista es protegerse, tener cuidado en situaciones donde el área afectada está en juego porque seguimos pensando en la lesión.

¿Qué podemos hacer para evitar esto?

1. Tener una rutina bien establecida. Saber qué vas a hacer en cada momento, en qué vas a pensar en cada momento y cómo vas a actuar. ¿Porqué? Porque genera confianza. Hacer algo que creemos ya haber hecho anteriormente genera confianza porque no da sensación de ser algo desconocido.

2. Pensar en cada momento de la competición en qué debemos hacer en el momento presente, LLENAR LA CABEZA CON EL PRESENTE. Pensar en cada momento que estamos haciendo, por ejemplo: "Mira el balón, sé intenso, ¡arriba fuerte!", "Brazo… brazo… brazo…. giro ahora, bien ese impulso…". Llenando la cabeza con pensamientos de este tipo lo que hacemos es centrarnos en el partido o la competición actual, no en la pasada o en la futura, y no sólo eso, si no que no dejamos espacio para pensar en la lesión o en cosas que puedan salir mal.


Otra noticia que me ha llamado la atención es:



Un jugador que lleva lesionado dos meses y medio y cuyo plazo de vuelta a los terrenos de juego aún es incierto, aunque la teoría dictaría que en menos de un mes estará jugando con sus compañeros.

El admite que "Echa de menos el balón, echa de menos el fútbol". Un jugador lesionado es una persona muy especial, ya que podrá ir pasando por estados de muchas ganas por recuperarse y esforzarse a tope y momentos de bajón donde eche de menos todo aquello que tenía y no sea capaz de centrarse en lo que tiene que hacer.

¿El jugador echa de menos el balón? ¿Echa de menos el fútbol? ¡Pues dale balón! Deja que tenga un balón consigo en cada ejercicio de recuperación. Deja que pueda tocar el balón todos los días aunque sólo sea 1 minuto. Busca hacer los mismos ejercicios, o similares pero con el mismo objetivo de rehabilitación donde haya un balón. El futbolista va a sentirse mejor, va a estar más implicado en su trabajo de rehabilitación y mentalmente no supone una desconexión con el fútbol de forma total.
Otra forma de llevarlo a cabo es mediante ejercicios de visualización donde se diseñe una actividad similar a los entrenamientos con balón, que sea complementaria a los ejercicios de rehabilitación, para buscar que el jugador no olvide esas sensaciones de toque de balón y del propio juego.

Link a la noticia: 


viernes, 5 de diciembre de 2014


El deporte muchas veces es injusto. Se mueve en términos de todo o nada, de blanco o negro, de ganas o pierdes, y es que al final compites por un puesto en la clasificación o por llevarte el partido que disputas. Si tu mente está puesta en llegar a la meta, al menos, entre los 5 primeros, como quedes en 6º posición te sientes realmente fracasado.

La consecuencia ineludible es un atentado a tu confianza, a tu seguridad, y la cabeza traicionera comienza a cuestionarse: “¿eres realmente bueno?, ¿de verdad te pensabas que ganarías?, ¿a qué aspiras, iluso?”. Y los cimientos que se han construido tras días y días de duros entrenamientos, hacen ¡cataplón!, y se derrumban con gran estruendo.




Señores, hemos de reconocer que sobre lo que no podemos cambiar, no deberíamos gastar muchas energías mentales. Así que empecemos a tener claro que sí, que luchamos por un puesto, ese no cambiara jamás, pero que no somos ese puesto. Esa es la diferencia entre resultado y rendimiento.
Si te mides exclusivamente por el puesto conseguido o por cuantos partidos has ganado, estás condenado a la inseguridad en el momento en el que algo falle; y créeme, en algún momento fallarás. No eres el único que juega o compite. Vamos a seguir luchando por ese puesto, por mejorarnos cada día, por crecer como deportistas, pero amigos, no os olvidéis de mediros también por vuestro rendimiento.




¿Qué es el rendimiento? Es todo lo que haces para llegar al resultado, pero éste último depende también de los rivales, y ahí no tenemos mucho control que digamos… Cuando un delantero marca un gol (resultado) ha tenido que ejecutar una serie de acciones: estaba completamente concentrado, atento a los compañeros, al balón, a los rivales… ha ejecutado los movimientos de forma correcta, desmarcándose de su rival y ha llegado al balón que le han pasado, con precisión medida, para ejecutar después un movimiento perfecto, con una fuerza calculada, para meter un cañonazo directo a puerta. Este es el rendimiento. Que entre o no entre entre los tres palos, ahora depende del portero, y eso esta fuera nuestro control.





Si cuidamos en cada entreno, en cada competición, que ese rendimiento sea perfecto, llegarán los resultados antes o después porque estamos jugando con la suerte, con la buena: la que hace que te lleves el premio. Pero no podemos descuidarnos ni un solo segundo y debemos darlo todo cada día para propiciar que nuestro rendimiento haga su trabajo y nos traiga la esperada recompensa. Mientras llega, no te juzgues exclusivamente por tus resultados, no caigas en el camino fácil que te lleva a la desilusión, a la desconfianza y que te hace dudar de ti, porque tú no eres tus resultados, o al menos, eres tú quien no te debe permitir que te juzgues exclusivamente por ellos. Es más difícil levantarse tras caer, seguir luchando por lo que te mereces, pero tiene más mérito.
 
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